El blog de Juan Torres


Nora López, en su librería habitual

Como Todo en orden ha salido a la venta hace muy pocos días, aún me para poca gente por las calles para felicitarme, para agradecerme el libro y para preguntarme si habrá segunda parte de las aventuras de mi alcaldesa favorita, que pronto será la alcaldesa favorita de todos los españoles (y, naturalmente, españolas).

Los amigos, sí. Los amigos que saben del libro y que han leído en redes las cosas que se dicen, me llaman, y me preguntan, y se interesan. (Es su obligación, por otra parte: los deberes de la amistad son muy onerosos). Iré contando poco a poco en estas páginas algunas de las cosas que me comentan, o que me sugieren, o que me critican -si es que alguien se atreve.

Pero de lo que me dicen mis amigos, lo que más me sorprende es la recurrente pregunta:

– ¿Dónde se puede comprar el libro?

Si usted se propone (allá usted, yo no soy quién para criticárselo) adquirir el último premio planeta, no pregunta semejante obviedad: se va usted a su librería habitual y lo pide: seguro que lo tienen o pierden el culo por conseguírselo. O se conecta usted a internet y formula la solicitud correspondiente a través de cualquiera de las muchas y buenas plataformas online existentes, y en tiempo real se les aparece el libro en cuestión como la Virgen se apareció a los pastorcillos de Fátima.

Pues Todo en orden, lo mismo: en su librería habitual. En su plataforma digital favorita. O en su biblioteca, llegado el caso.

No sé si me explico.

Estudio de mercado

Pero la cuestión no es baladí. El mundo del libro es muy clasista. En realidad lo es el mundo del comercio en general, pero en lo referido al libro el asunto es un escándalo. Las grandes editoriales controlan a los grandes distribuidoras, que a su vez controlan a las grandes librerías, y en esa cadena invasiva se cuece y se mueve la mayoría del negocio.

Como de esto sé un poco, pero poco, me estoy dedicando a hacer una especie de estudio de mercado, un estudio de aquella manera, como a mano alzada.

Entro, un poner, en una librería, y pido mi libro. Cara de asombro.

¿Todo en orden? No me suena de nada.

-Ya. Es que acaba de salir, pero ¿podría usted pedirlo?

Consulta en el ordenador. Rápida, eso sí: ahora esto ya no es como cuando yo era librero.

– Ah, ya lo veo… Se lo puedo pedir, pero no tiene distribuidora y tengo que acudir directamente a la editorial… Diez días, mínimo.

Explico al amable librero -o librera, según el caso- que sí, que hay una distribuidora. Lo mira:

-Ah sí… No la había visto. Trabajamos poco con ella, pero en fin…

O bien, otra respuesta posible:

-Ah sí, la distribuidora Equis… Buf… no sé qué decirle.

Y todo así, como con pereza.

Luego está lo de intentar que las bibliotecas lo incorporen a su catálogo. Que el libro esté en las bibliotecas a mí me da, no sé cómo decirles, un buen punto. No creo que me forre por esa vía, pero me embarga un cierto sentimiento de felicidad imaginar que mi obra está a disposición de la humanidad. De la humanidad entera, que ya es humanidad.

Así que hace unos días incluí mi libro en las peticiones que todos los meses envío a mi biblioteca digital de referencia: lo que se viene a llamar, en plan pedante, la desiderata.

De mi biblioteca digital puedo decir muchas cosas malas, pero no puedo sino deshacerme en elogios del caso que hacen a mis peticiones: me las atienden casi todas, menos cuando se me va la olla y pido libros que no existen en edición digital.

Pues bien, el otro día me contestaron: «El libro Todo en orden no se encuentra en el catálogo de los distribuidores digitales para bibliotecas». Como el libro sí que está en edición digital, además de la hermosísima de papel, le pregunté a mi editor qué significa eso. No lo sabe: ha quedado en enterarse. En cuanto me lo cuente, se lo cuento a ustedes.

Mi consuelo es que, por el mismo motivo, tampoco me han podido proporcionar La revolución española vista por una republicana, de Clara Campoamor, en la colección Espuela de Plata de la editorial Renacimiento.

Verme al lado de doña Clara, (mal)tratados ambos por igual, es un motivo de orgullo.

¿O no?



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Estoy aquí porque este es el único sitio en el que digo lo que quiero, como quiero y cuando quiero. Unos dias hablo de unas cosas, otros, de otras y muchos, de nada. Quien se quiera dar una vuelta por aquí será bienvenido (¿tengo que decir también ‘bienvenida’?)

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