
Me llama Nora:
— Que he visto en las redes que nos vamos a Málaga.
— Te equivocas, Nora. Me voy yo.
— Pero, qué dices. ¿No vas a presentar un libro? Será el mío, supongo…
— Tu ego parece el de un presidente de gobierno en ejercicio. ¿Crees que tu libro es el único que se ha publicado en el mundo? ¿El único que he publicado yo?
— El único no, pero sí el más reciente y el de mayor éxito.
— Bueno, pero no voy a Málaga a eso. Voy a la presentación del libro de Carlos Zamarriego, Teatro encogido, que recoge un buen número de sus obras dramáticas breves.
— ¿Y tú qué pintas ahí?
— Yo he escrito el prólogo.
— ¿El prólogo? Vaya bobada. ¿A quién le importa el prólogo?, ¿quién se lo lee?
— El mío tiene gracia. Y es corto. Se titula Apuntaciones sueltas para un prólogo teatral. Ayuda a arrancar. Y no molesta. Tampoco dice mucho. Quien se lo quiera saltar, se lo salta y no pasa nada.
— ¿Entonces? En el mío no hay prólogo y no hace ninguna falta.
— El tuyo tiene en la mismísima portada una recomendación de lectura de la gran Karina Sainz Borgo. Eso es un lujo.
— Bah… mujeres. ¿Me vas a presentar a tu amigo?
— ¿A cuál? Yo tengo muchos.
— Caramba, al autor del libro… a ese tal Carlos Como-Se-Llame.
— ¿A Carlos Zamarriego? Sí, claro, un día te lo presento. Pero no te hagas ilusiones, Nora. No es tu tipo.
— Eso ya lo veremos. Lo mismo pensaba de Norberto al principio, y luego mira…
— Cómprate el libro para empezar.
— Ufff, ya sabes que soy de poco leer. ¡Y teatro! ¿Se pueden ver las obras en alguna parte?
— Casi todas se han representado. Te avisaré cuando se reponga alguna o se estrenen las que no lo han sido.
— ¿No están en Netflix?
— Todavía no, pero no lo descartes. El teatro en televisión funciona bien.
— Le quitarán tu prólogo…
— Es muy probable.
— O sea, que no me llevas….
—No. Pero a lo mejor te doy una buena noticia en los próximos días.
La historia de Nora se puede leer aquí y cuesta, más o menos, lo que tomarse un vermú. También se puede comprar, en papel o en digital, en la editorial Adarve.