El blog de Juan Torres


Más datos, por favor


Entre las personas en quienes más confío de cuantas me rodean, figura un joven científico de datos, con quien converso mucho sobre los asuntos más diversos. Quiero decir con esto que, pese a ser un matemático avezado, nuestro hombre tiene una vasta cultura y una capacidad prodigiosa para mantener sobre el mundo una mirada transversal, como se dice ahora, al modo tópico y mitificado con que suele hablarse del hombre renacentista.

Una de las cosas sobre las que este científico más advertido me tiene es contra la falacia de los datos. Cuidado con los datos, podría ser su eslogan, al modo del socrático Conócete a ti mismo. No porque los datos, inanes en sí mismos, puedan hacernos ningún mal, sino porque el uso que se está haciendo de ellos en los últimos años está cargado de trampas y de sesgos.

La ciencia de datos, hoy, empieza a jugar el papel que en su día jugó la religión y que en los dos últimos siglos ha desempeñado la ideología. En nombre de los datos se justifica todo, o se descalifica; los datos todo lo perdonan o todo lo salvan según convenga a los intereses de cada uno y, en definitiva, los datos son el arma arrojadiza en cuyo nombre se mata o se traiciona.

Esto me dice mi científico de cabecera, pero yo sé que él, con todos sus prejuicios y sus precauciones, sigue creyendo que los datos son la base de cualquier verdad posible. Si no hay datos, lo más honesto que puede hacerse es poesía: lo demás, todo fake.

Y al enfermo de la covid-19 no le queda otra que aferrarse a los datos para entender. Necesita cuantos más datos mejor para que le cuadren las cuentas del pavoroso escenario en el que el mundo se ha hundido.

Una enmienda a mí mismo

Voy a hacerme una enmienda a mí mismo: en el artículo que escribí en el hospital, que publicó El Confidencial el día 8 de abril, se dice que «las víctimas son -somos- las más fáciles de retratar: los enfermos, los muertos, sus familias, sus afectos. La foto resultante es borrosa, movida, incompleta, pero hay foto».

Rectifico: ojalá. Hoy, más de un mes después de iniciado el desastre, apenas sabemos nada de las víctimas. Sabemos de varios miles que han muerto con certeza; sabemos de algunos millares que hemos sobrevivido, ya veremos con qué secuelas; pero entre ambos grupos se entremezcla una amalgama inidentificable de personas de las que no se sabe nada, a las que nadie ha contado, por las que nadie pregunta. Produce escalofríos ver la frivolidad con la que los datos de víctimas se escamotean o se tergiversan y aún más preocupación produce comprobar que, en la mayor parte de los casos, la falsedad de las cifras no se produce por mala fe ni por interés político, sino por pura incompetencia.

Más tarde o más temprano, cuando todo esto pase, las víctimas de la covid-19 vamos a necesitar reparación y justicia. La vamos a necesitar y no tendremos más remedio que exigirla. Pero para ello, el punto de partida no puede ser otro que el de saber cuántos somos. Tendré que decírselo a mi amigo el matemático: es verdad que no hay que confiar ciegamente en los datos, pero hay que empezar por tenerlos. Certeros, rigurosos, exactos.

Todos los datos. Cada vez más datos, por favor.

Publicado en el blog Enfermo de covid el 20/04/2020



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Estoy aquí porque este es el único sitio en el que digo lo que quiero, como quiero y cuando quiero. Unos dias hablo de unas cosas, otros, de otras y muchos, de nada. Quien se quiera dar una vuelta por aquí será bienvenido (¿tengo que decir también ‘bienvenida’?)

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